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Mi abuelo sabía usar el martillo

  • Ana Gutierrez
  • Jan 14
  • 3 min read

Hoy se cumplen 10 años desde que mi tatita Alberto se fue, y quería compartir contigo cómo decidí honrar su memoria. Alberto era mi abuelo materno. Su sueño era que todos sus años metiéndome matemática hasta en la sopa diera como resultado que estudiara ingeniería o algo parecido. Sopresa para él fue que me aceptaron para estudiar comunicaciones.

Con mi abuelo fuimos alguna vez a Arequipa, y miren qué linda ingeniera pude ser :)
Con mi abuelo fuimos alguna vez a Arequipa, y miren qué linda ingeniera pude ser :)

Mi tatita no solo quería que yo fuera una genia de las matemáticas, quería que supiera valerme por mi misma. Mi abuelo se encargó de que no fuera a necesitar a un hombre para sobrevivir en este mundo. Me enseñó a jugar ajedrez. Diseñó una tabla especial de ludo para jugar con mi abuela. Llenaba el crucigrama todos los domingos sin falta, y durante la semana también, si le daba el tiempo. Escribió varios "diccionarios" personalizados para poder llenarlos. Seguía el fútbol como religión, y recompensaba mis buenas notas con propinas a escondidas. Era un multifacético. Sabía usar el martillo.

Estuve semanas pensando en cómo podía honrar su recuerdo por los 10 años, y luego recordé nuestras múltiples sesiones en su patio construyendo cosas. Mi momento más orgulloso en su taller fue el día que me dejó usar la sierra sin ayuda. Me había confiado un instrumento que si me distraía me volaba un dedo, o más. Confiaba en mi. En esta chica distraída.

Recordé cuando íbamos a la carpintería y me dejaba deambular con mi lista recolectando lo que necesitamos. Recordé los dibujos que hacíamos cuando planeábamos qué construir. Recordé como ordenábamos su caja de herramientas. Cómo me explicaba que había que pegar la madera, luego poner el clavo. Recordé que mi abuelo era un carpintero extraordinario y que yo llevo sus genes. Así que me aventuré a construir una alacena para ordernar nuestras especias/condimientos. Esta alacena iría entre la refri y la pared. Menudo reto.

Aquí el resultado final
Aquí el resultado final

Debo confesar que nadie en la oficina me tomó en serio. El 90% son hombres ingenieros y obvio que no creían posible que la muchacha que usa rosado y salta de la emoción cuando es navidad era capaz de hacer un proyecto en madera por si sola. Mi esposo se sumó al proyecto con esa fe ciega que me tiene. Si yo le dijera que voy a construir un bote para llegar a la luna, él me diría: "¿cuándo salimos? Deja hago las maletas". Esa es la fe que me tiene, peligrosa pero empoderadora.

Y bueno, armé el dibujo de lo que quería, muy al estilo de un proyecto de inicial. Jugué con las medidas, encontré un proveedor en la ciudad y me preparó la madera. Después de casi 5 años volví a ir a una carpintería. Cuando todos los elementos estaban en casa, entré en pánico y me pregunté: ¿qué estoy haciendo?

Me pasé un fin de semana armando la alacena. Martillando como si no hubiera un mañana y esperando pacientemente que el pegamento seque. No es un mueble perfecto, tengo que mejorar cómo posiciono las ruedas y marcar mejor donde pondré cada nivel porque no todos estaban alineados. Durante la siguiente semana le mostré a cada ingeniero en mi oficina mi obra de arte. Estaban orgullosos de mi. No es que necesitara su validación, pero de una forma u otra, ellos diciendo que hice un buen trabajo era mi abuelo diciéndome que estaba orgulloso de cómo apliqué lo enseñado.

Necesito, quizá, solo 10 minutos con mi tatita, para que me recuerde algunas cosas, para que me enseñe otras más. Aún no sé cómo conciliar su ausencia con todo lo que teníamos por vivir juntos, pero creo que encontré en la carpintería una forma de canalizar todo lo que él sembró en mi.


Mi reino por un abrazo más con mi tatita
Mi reino por un abrazo más con mi tatita

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